VideoClub: Past Lives (2023)
Cuando el amor no alcanza, y la vida tampoco
Este texto forma parte de la primera edición del VideoClub, una actividad de ClubStack.
Elegimos una película y escribimos. En esta edición vimos Past Lives (2023).
Participaron:
Las inscripciones están abiertas. Para participar, mándale un mensaje privado a lxs coordinadores: Augusto Perez y María Roques de Borda. Todos/as son bienvenidos/as!
Leyendas de pasión, El diario de Noah, El amor en los tiempos del cólera, Como agua para chocolate...
Sabemos cómo son estas historias. Las hemos visto desde que tenemos memoria: parejas separadas por guerras, por familias, por clases sociales o por el tiempo. Historias donde el amor sobrevive a todo.
Y admitámoslo: a pesar del cinismo adulto que vamos cultivando, seguimos cayendo. Sufrimos con ellos. Esperamos ese reencuentro, ese “final feliz”, aunque sepamos perfectamente que en la vida real eso no siempre pasa.
Pero Past Lives (en español Vidas pasadas), escrita y dirigida por Celine Song, llega para recordarnos justo eso: que el amor no siempre gana. Que no basta con quererse. Que hay historias que no terminan en beso, ni en abrazo, ni en final feliz… sino en aceptación. En un “gracias por haber sido” que te parte el alma.
Y por eso me pareció una película profundamente honesta.
⚠️ Antes de continuar, una advertencia:
Este texto no será como los que escribo habitualmente, de esos en los que intento esquivar spoilers. Hoy voy a hacer algo más cercano al análisis, así que, si no has visto la película y quieres llegar virgen a la experiencia, quizás quieras dejar este texto para después.
Lo que hace inolvidable a Vidas pasadas
La historia de dos personas que se aman desde la infancia, se reencuentran en la adultez y no terminan juntas no es nueva. Casablanca sigue siendo el ejemplo más emblemático, con su inolvidable “Siempre tendremos París”.
Lo que diferencia a Vidas pasadas es su humanidad contenida. No hay villanos ni heroínas, ni escenas de aeropuerto con música épica. Hay silencios. Conversaciones incómodas. Decisiones racionales tomadas con el corazón roto. No hay culpables, solo caminos que se bifurcan.
Y eso, paradójicamente, es lo que la vuelve inolvidable.
Desde su primera escena —un plano secuencia, sencillo pero elocuente, con una pareja asiática sentada junto a un hombre blanco en un bar—, la película plantea un enigma emocional a través de unas voces en off que bien pudieran ser las nuestras:
¿Quién está con quién? ¿Qué hacen los tres ahí? ¿Qué historia se esconde detrás de esa tensión?
La respuesta tarda 24 años en contarse. Un flashback largo. Un viaje a Corea. Una infancia que marca el inicio de todo. Y ahí nos quedamos. Porque todos, en algún momento, nos hemos preguntado qué habría pasado si...
Una estructura contenida, una carga emocional brutal
Vidas pasadas se organiza en cinco actos. Cada uno marca un momento emocional preciso y un corte temporal que funciona como transición vital. Pero más allá de la estructura, lo que conmueve es la forma en que se cuenta. No responde a los mecanismos clásicos del drama romántico. No hay persecución del clímax ni acumulación de obstáculos: hay un dejar pasar, una dilación sostenida. Los encuentros se posponen. Las decisiones se aplazan. Los personajes no luchan contra el destino: lo contemplan.
El montaje da espacio al silencio, al hueco emocional que se instala entre lo que se dice y lo que se calla. Y en ese espacio de suspensión se cuela el espectador, invitado no a conmoverse con lo evidente, sino a implicarse en la grieta entre dos vidas que pudieron coincidir y no lo hicieron.
Porque lo que queda en el subtexto —la identidad migrante, el paso del tiempo, las promesas no cumplidas, los caminos que se eligen sin saber que llevan a otra persona— es lo que convierte a esta película en una experiencia tan íntima como devastadora.
Esa es su apuesta: mostrar que el deseo no siempre genera acción. A veces solo deja eco.
Cuando el amor se cuenta en pausas
La mejor manera de explorar esa emocionalidad contenida es desglosar la historia en sus cinco actos. No como resumen, sino como una forma de detenernos en cada etapa, sentir sus matices y entender por qué, aunque no haya final feliz, hay verdad en cada despedida.
Acto I: Infancia (Corea)
Nora (entonces Na Young) y Hae Sung son compañeros de clase. Se gustan. Se buscan. Se ríen. Ella es ambiciosa, determinada, quiere ganarlo todo. Él, más reservado, observa, acompaña. Todo parece posible.
Hasta que ella se va.
Sin promesas. Solo una tristeza muda. Una separación inevitable.
¿Quién no ha tenido ese primer amor que nunca fue, pero se quedó adentro para siempre?
Acto II: Reencuentro virtual (Juventud)
Años después, se buscan en redes. Se conectan por videollamadas. Se ríen de sus vidas. Se lanzan indirectas suaves:
—¿Vendrías a Nueva York algún día?
La tecnología tiene delay. El corazón, no.
Amar a la distancia parece fácil… hasta que implica renunciar a tus sueños. Y ningún amor, por más romántico que sea, puede sobrevivir a eso si no se convierte en presente.
Ella decide cortar. Lo dice con cuidado, pero la herida queda expuesta, Hae Sung le dice a Nora:
—“¿Por qué te disculpas?”
—“¿Acaso teníamos una relación?”
Eso duele. Porque sí tenían algo. Solo que no sabían cómo nombrarlo. Y no podían sostenerlo.
Acto III: Adultez (Nora en Nueva York)
Nora ahora es escritora. Está casada con Arthur, un hombre blanco, sensible, también escritor. Viven una relación serena, sin estridencias. Parece feliz.
Hasta que Hae Sung llega a Nueva York.
La incomodidad no es dramática. Es peor: es sutil. Arthur no grita, no reclama. Observa. Escucha. Y sufre, en silencio.
En una de las escenas más honestas de la película, Arthur le dice a Nora:
—“Soy el tipo que dejas cuando tu antiguo amor viene por ti…”
Y luego, con el corazón en la mano:
—“Me haces sentir más trascendente. Me pregunto si yo hago lo mismo por ti.”
Arthur no es un obstáculo. Es el presente. Es el amor posible. Es quien se queda. Y eso, aunque menos épico, es real.
Acto IV: El concepto del In-Yun
Aquí es donde la película se detiene a explicar lo inexplicable. No para dar respuestas, sino para enmarcar la despedida.
El In-Yun es una creencia budista según la cual los vínculos entre personas se construyen a lo largo de miles de vidas pasadas. Que si alguien aparece en la tuya, es porque ya se han encontrado antes.
Y entonces entendemos: Vidas pasadas no es sobre un amor frustrado. Es sobre un amor que simplemente no es para esta vida.
La conversación clave ocurre en un bar, nuestro punto de partida, con Arthur sentado junto a ellos. No entiende el idioma, pero su presencia lo dice todo. Hay silencios que cortan, frases que lo atraviesan sin ser para él. Esa barrera idiomática lo convierte en testigo mudo de una historia que lo excede, pero también lo incluye. La incomodidad no es agresiva, es contenida… y por eso mismo, insoportable.
En medio de esa tensión, Hae Sung le dice a Nora:
“Nunca pensé que me dolería tanto que tu esposo me simpatizara.”
Y luego, mirando hacia atrás sin dramatismo, le pregunta:
—¿Qué habría pasado si no te hubieras ido?
—¿Nos habríamos casado?
—¿Tendríamos hijos?
Pero también saben que eso ya no importa. Porque como él dice:
“La razón por la que me gustas es porque eres tú misma. Y tú eres alguien que se va.” Y más adelante concluye “En cambio para Stephen eres alguien que se queda”
Y como ella le responde más adelante:
“Na Young ya no existe. Pero esa niña existió. La dejé contigo hace veinte años.”
Acto V: Despedida
La escena final. Un abrazo frente al Uber. Un llanto contenido. El auto parte mientras Nora se queda de pie, inmóvil, como si no supiera todavía si se acaba de despedir de un hombre, de una historia o de una parte de sí misma.
Y en ese instante quieto, más que en cualquier gesto grandilocuente, se condensa todo el dolor no dicho.
Nora regresa a casa con Arthur. Hae Sung se va.
Y uno siente que algo se rompió. Aunque nunca haya estado completo.
Más allá del amor: la vida como renuncia
Lo que más me conmovió de Vidas pasadas es lo que está debajo de la historia de amor: el desencanto adulto. El reconocimiento de que muchas veces renunciamos a algo por perseguir otra cosa… que tampoco llega.
Nora no está camino al Pulitzer. Hae Sung no es un profesional destacado. Ambos postergaron su historia por proyectos personales. Y, sin embargo, el éxito tampoco vino a buscarlos. Se quedaron con vidas decentes, reales, pero distintas a las que imaginaron.
Y eso no los hace fracasados. Solo los hace adultos.
Hay una frase de la madre de Nora que resuena mucho después de los créditos:
“En la vida uno renuncia a algo y obtiene otra cosa.”
Y que la vida no sea lo que imaginaste no significa que sea mala. Solo es distinta. Más silenciosa. Menos épica. Pero también más verdadera.
El verdadero centro: lo que no fuimos
Muchos verán esta película como una historia triste. Y lo es. Pero también es una historia madura, de aceptación. Porque en la vida real, muchas veces amar no es suficiente. Porque no todo lo que sentimos se convierte en decisión. Porque hay caminos que se bifurcan y no siempre podemos tomar ambos.
Y porque la adultez, al final, es eso: aprender a vivir con las versiones de nosotros mismos que no fuimos.
Tal vez esta vida también sea solo otra capa de In-Yun. Quizá, en otra vuelta del tiempo, los encuentros sean otros. Quizá con menos distancia, con menos pausas, con más coraje.
Pero mientras tanto, lo que existió merece ser nombrado. Porque, aunque no se haya quedado, fue real.
¿Crees que el verdadero amor es el que fue… o el que se quedó?
al final siento que hae sung sabía que cerrar ese capítulo era lo correcto, aún si le dolía, porque nora avanza en su vida, consigue un esposo y tal mientras que él sigue persiguiendo esa versión de ella que amaba cuando eran niños. el verdadero amor es el que se queda y la acompaña, que en este caso es arthur para mí
Me encantó la reseña y la película también me conmovió profundamente. La interpretación de los 3 actores y la construcción de personajes es impecable, pero Arthur fue mi favorito... Su apertura y su pánico serenamente contenido ante la posible pérdida. Otra cosa que amé fue el vínculo que compartían los amantes no realizados a través del idioma, cultura y un pasado en común y cómo esto produce una empatía natural con la que Arthur no podría competir. Y ahí está un tema importante de la identidad y la migración, lo que hace con nuestras relaciones pasadas y presentes, con nuestros compatriotas y la red que construimos en un nuevo territorio... Es una peli elegante, poco pretenciosa, pero con mucha sustancia.